Parque de atracciones eróticas: Pornosofía

Joaquín Ortega




Threesome y epoché
El protocolo pornográfico establece el encuentro de dos mujeres y un hombre bajo la herencia del Menage a Trois —relación amorosa producto del novedoso formulismo amatorio, naciente en aquellas casas de citas del siglo XIX. La cama, el gimnasio, el set exterior o interior ayudan a manifestar la esencia de la pulsión en clave fenomenológica. Se origina así, un descubrimiento andrógino en la unión de tres cuerpos, en la reunión de placeres, se revela la pertenencia del deseo al orden de la conjunctio opositorum y cada combinación iterada “hombre-mujer-mujer”, satisface las dos pulsiones ocultas de la bisexualidad consumada. Una bajo el contrato de la posición dominante femenina, a su vez compensadora desde el punto de vista masculino. La segunda, por medio de la reafirmación del poder de observación varonil, esto es, desde la revelación del espejismo, primeramente polucionado y ahora cumplido.

Creampie y Pareto:
La inseminación y el All Internal como subgénero pornográfico manifiesta el poder de atracción especialmente en la mirada. Lo sexualmente consumado, debe registrarse —y en especial orgías, tríos o grupos puede— compartirse. El cum sharing y el feltching, se conecta con una teoría que no reconoce ninguna deducción lógica. Para un economicista social como Pareto todo residuo es instinto, sentimiento, son intereses que constituyen los materiales de las teorías no científicas. Las derivaciones en clave paretiana se sistematizan lógica o seudológicamente, produciendo en el observador la idea de que el poder generador de su semilla se traslada —en una sola eyaculación— al conjunto con el que comparte la escena de placeres. El protagonista sigue siendo el hombre a través de la esperma que se comparte y que lúdicamente termina comunicada e intervenida entre efusiones y saliva entre las bacantes.

MILF y la imagen mnémica:
La memoria en clave aristotélica contiene un carácter electivo, y en especial deliberativo. La mujer madura —en este caso, para el mundo porno todo lo que no es teen o pornstar, va asumiendo un carácter crepuscular, pero también de iniciación. Los tríos se pueden subcomponer en una joven mujer —seducida o no por la pareja— y una mujer adulta que construye, rechaza o se inmiscuye en el artilugio para la red de regodeos. Para San Agustín el tiempo era un Distensio Animi, esto es, “lo que duraba la conciencia”. Dentro del cosmos de las mujeres mayores, serán las fantasías eróticas el territorio donde los consumidores de la escena, acuerdan archivar la belleza en nueva voluptuosidad. El tiempo se detiene y el final se estira la piel contra el espacio, se prolonga del estado presente al potencial y se consuma la belleza tecnológica y quirúrgicamente revitalizada.

Rough sex, sado maso y la construcción de la máquina:
La patología de la violencia —y de la del dolor— coinciden en que las condiciones deben ser establecidas, tanto para los jugadores como para la puesta en escena. La repetición de una situación traumática, ahora bajo condiciones reguladas por el director(a) o por el actor-actriz de la escena, constituye un sistema afinadamente autónomo, lejano a cualquier encuadre de la fantasía sexual común. Al repetir el orden de los factores —ahora con un resultado distinto— la fantasía del sexo rudo se revisa a la luz del formalismo matemático, esto es, la escena concebida como una máquina, que al disponerse, resuelve un problema definido, pero incapaz de satisfacer las ramificaciones de “todo problema”, en el sentido de Gödel. Así, al cabo de finalizar las combinaciones y tormentos, los dolores y humillaciones consentidas, la paradoja del número y lo empírico se verifican debido a la comprobación de un hecho de identificación de experiencias aisladas.

Group, orgy y una posible la condición ex hypothesi del gusto:
Para la universalidad del juicio la comunicabilidad de las razones y del sentimiento es fundamental. La base primaria de la orgía es el placer dionisíaco y la participación delirante. No existe orgía sin excesos y la puesta en escena pornográfica así lo reconstruye. Todo intercambio de pareja condice y reubica a la reproducción de la posición sexual, a la modificación de las posibilidades y a la observación del placer ajeno. Los integrantes se acondicionan al gusto de los torsos y los genitales, de la búsqueda -y satisfacción delicada- oral y vaginal, para luego irse ubicando en la geografía de las delectaciones de los convidados. Potencia y hábito se ponen a prueba luego de la ronda sexual. La prueba es psicológica y física ante la observación, y la estética del proceso, evaluará las bases de la próxima aparición en grupo, a partir del sentido común.

Vintage sex y la dimensión espacial:
El viaje al pasado se produce con la memoria y con el registro audiovisual, con la confrontación del documento gráfico o escrito. La pornografía melancólica existe y se despliega en los lugares donde las viejas imágenes brillan con su luces gastadas, con sus estrellas muertas o en proceso de despedida de las cámaras. También se recuerda, por medio del homenaje: vello falso en genitales, pelucas y maquillaje, música e iluminación. Entre el sexo pasado coreografiado —y ejecutado por personas vivas— y la excitación de los cuerpos bellos, pero muertos, aparece un Tanatos enmascarado de Eros. El material audiovisual produce el mismo confuso sentido del espacio como un receptáculo del placer. Largo, ancho y profundidad versus las nuevas dimensiones del espacio-tiempo producen unos contornos orgásmicos incalculables para el “no lugar” y la inmanencia.

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