Roller coaster

Julieta Buitrago



La excitación de subirme por primera vez al Roller coaster hizo que mi corazón latiera rapidísimo y que me temblaran las piernas. Cerré los ojos, respiré profundo y me entregué a la dulce agonía de la ilusión de abismos.

Un seductor zumbido estimuló mis sentidos. Mil subidas y bajadas me dejaron sin orientación. La velocidad aceleró mi pulso, casi explotó mi corazón. El vértigo recorrió toda mi piel.

El más intenso clímax me dejó sin aliento.


No es de extrañarse que hoy en día, las montañas rusas y los juguetes sexuales, compartan el mismo nombre.



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